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Bunge invierte en cultivos de baja huella de carbono

En el marco de su compromiso con cadenas de valor más sostenibles, la compañía ofrece alternativas a los productores para que incorporen cultivos que funcionen como puentes verdes con cosecha.

El cultivo de colza, cártamo y camelina, en reemplazo de tierras en barbecho, permite aumentar la captación de carbono del aire, lo que, sumado a otros beneficios, permite certificar con baja huella de carbono a los aceites que de ellos se obtienen.

En el marco de la inversión en desarrollos y alternativas que promueven la descarbonización en la cadena agroindustrial y las prácticas de agricultura regenerativa, Bunge planea invertir en oleaginosas de invierno como colza, cártamo y camelina en Argentina. El objetivo es producir aceites de baja huella de carbono, materia prima de los biocombustibles de segunda generación. “Los tres cultivos tienen características específicas que nos permiten tener una oferta competitiva en las diferentes regiones productivas reemplazando los barbechos de invierno. El cártamo, por ejemplo, tiene muy buena adaptación a climas áridos. La colza y la camelina coinciden en el área de producción, pero la colza se siembra de marzo a mayo, y la camelina, de junio a julio”, comentó Jorge Bassi, Gerente de Desarrollo de Nuevos Negocios de Bunge en Argentina.

La compañía fue la primera en desarrollar este negocio en el país, que hoy lidera tanto en cantidad de hectáreas sembradas como en diversidad de cultivos.

La intensificación de la agricultura que se produce al reemplazar barbechos por “puentes verdes con cosecha” permite obtener una mayor captura de carbono del aire y generar una ganancia extra para el productor. “La innovación en materias primas es un elemento crítico para el crecimiento de la industria de los combustibles renovables. Las soluciones innovadoras como los dobles cultivos anuales no sólo mejoran el medio ambiente secuestrando carbono y mejorando la salud del suelo, sino que también favorecen a los productores y los consumidores”. Según Bassi, “los cultivos con los que estamos trabajando permiten intensificar la rotación y combatir algunas de las problemáticas presentes en nuestros suelos, como la pérdida de materia orgánica, con la consecuente pérdida de estructura y compactación subsuperficial. También colaboran con el creciente problema de malezas resistentes, ya que tanto la colza como la camelina exudan sustancias alelopáticas a través de sus raíces, que ayudan al control de esas especies. Además, al tener un ciclo más adelantado que los cereales de invierno, dejan libre el lote entre 10 y 15 días antes que el trigo, lo que ayuda a anticipar la siembra del cultivo de segunda”.

Como parte del programa, Bunge está invirtiendo en una red de ensayos de experimentación de los tres cultivos y en un plan de mejoramiento de camelina que permiten llegar con tecnologías probadas a los productores. “Mientras que la colza y el cártamo los trabajamos en forma directa, la camelina se realiza a través de Chacraservicios, que es la de mayor experiencia en la región”, agregó Bassi.

Con estos desarrollos, Bunge logra dar respuesta a las demandas de una agricultura sostenible, al tiempo que genera nuevas oportunidades de negocios para los productores.

Este año es muy significativo para Bunge, ya que está celebrando su aniversario número 140 en Argentina. Desde 1884, la compañía ha recorrido un camino emocionante, lleno de desafíos, adaptándose continuamente a las demandas del mercado y buscando constantemente mejorar sus procesos y generar un impacto positivo en el medio ambiente.

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