Rafael Guerra es un hombre que trabaja en el hospital José María Gomendio, pero después hace todo tipo de tareas para poder vivir dignamente. En la madrugada del domingo, mientras estaba cuidando la casa de unos vecinos que habían viajado a disfrutar de sus vacaciones, un llamado telefónico al teléfono de línea de la vivienda le hizo vivir los peores treinta minutos de mi vida. Del otro lado de la línea, un hombre al que él creyó haber reconocido como su hijo, le decía que lo tenían secuestrado y que si no pagaba lo iban a matar. “Papi entraron cuatro personas vestidas de policías a la casa, nos tienen de rehenes y dicen que si no pagas nos matan”, le decía el delincuente que se hacía pasar por su hijo en medio de sollozos.

De fondo se escuchaba la voz de una mujer, presumiblemente su novia, quien pedía que no le pegaran más.

Unos instantes después uno de los sujetos que los habrían tenido en carácter de rehenes tomó el teléfono.”Mirá lo tenemos a tu hijo y le estoy apuntando con un arma en la cabeza. Si no nos das las joyas, los dólares y todo lo que tengas de valor te lo vamos a matar”, le habría referido a Rafael.

Unos minutos después y en medio de cientos de amenazas cortaron la comunicación para que fuera a buscar las cosas de valor así se las entregaba.

Fua a la casa, sacó el poco dinero que tenia ahorrada para pagar el arreglo de su auto y le dijo a su mujer lo que estaba ocurriendo, pero que no dijese nada. Otra hija del hombre, sorprendida por lo que relataba su padre, caminó media cuadra hasta la casa de su hermano y comprobó que todo era un intento de estafa. El estaba durmiendo.

“Pase los peores momentos de mi vida y lo quiero contar para que la gente esté atenta ante estas situaciones. Yo estaba seguro que era la voz de mi hijo y estaba dispuesto a darles todo lo que tenía para que no le hagan nada”, le contaba a snrhoy.com.ar aun visiblemente conmocionado por los momentos que le habían tocado vivir.